Emociones del warble

A toda velocidad, desde su petulante escondite, el punk, al que todos confunden con mohicano, viene hacia mí a reclamarme, seguramente, lo que ya sabemos: que su tomahawk no emite sonidos. No quiero ser yo el que lo enfrente. No me atrevo a decirle que esa herramienta amerindia no es una guitarra Fender. Aquí está ya, con los brazos levantados, tocando majestuosamente su air-guitar y luego me señala. Tres centímetros separan mi nariz de su amenazante dedo índice. "Yo no gui-ta-ra", le digo y me apresuro a definir mi inocencia moviendo mis manos horizontalmente, cruzo y separo, cruzo y separo. Jsaks fjiuu aiiikkk gauto. Me da una bofetada y se va tranquilamente. Al caminar, sus sandalias Hang Ten, emiten un warble muy repugnante. Me siento sobre la piedra que mide un metro de altura y lo miro alejarse con un poco de ternura. El canalla saluda a todo el mundo como si no hubiera ocurrido nada. Los sapos, detrás de mí, caen muertos en el estanque.

De hombre a hombre, acepta que tu marimba no tiene la consistencia necesaria para que los individuos pillen a sus parejas cometiendo el crimen menos original. No suena como lo establece la Corte Principal de Marimbas para Desesperados y Críticos del Vacío, para empezar, debería distraernos de esto, de este cuaderno vestido con una máscara roja. Luego, también, debería propinarnos las vitaminas necesarias para enfrentar a nuestro Goliat Puñetero: una broma, un reencuentro tonto y payaso.

Estoy completamente seguro que su aliento putrefacto tiene que ver con la negrura de su corazón.

Concurso

Es irrecuperable el síntoma. No hay complexión humana que pueda alcanzar la posición socrática del molde recortado en un perímetro de falsa humanidad. Es horrible. Deberías, como un buen payaso del circo canadiense, flexionar las piernas y los brazos en un instante preciso para poder atravesar el muro de unicel. Me quito el sombrero. No quepo aquí. Destruyo la pared. Caigo del otro lado. En la alberca. Cientos de fragmentos y yo fracasamos. Nadamos. Maldito conductor.

Estudio # 2.

La descomposición natural de un fruto parecido a un durazno me recuerda, doctor Davidson, a la asquerosa invasión alienígena de un planeta en algún sitio oscuro de la galaxia. Anoche, recibí la noticia, la triste noticia, debo admitir, del fallecimiento de Horace. El cáncer, como el colonialismo espacial, era imparable. Darth Vader se salió con la suya. Pero volviendo, doctor, al tema que nos atañe, creo que es muy singular la degradación de los objetos biológicos. Usted y yo, querido amigo y colega, tenemos un pequeño problema: tendremos el mismo destino.

Estudio # 1.

Avanzados estudios sobre la cocción en microondas (Debry, 1992) indican que es alta la peligrosidad de su práctica en seres animados. Por ejemplo, el señor Henri Joyeux, cirujano, profesor de cancerología digestiva en la Facultad de Medicina de Montpellier, declara que una copa de vino al día evita que se pierda la memoria. Esto, comprobado por pequeños roedores que, sometidos a una embriagante noche de tragos dentro de un horno de microondas, cometieron el error de conocerse a fondo. El amor empieza en la panza. Ese tipo de frases contundentes que especifican el tipo de sociedad fracturada al que pertenecen tanto animales como científicos fomentan la descomposición de organismos multicolores que fluctúan entre el bien y el mal, lejos de toda imprecisión gástrica. Las recientes muestras de sangre obtenidas en la navidad del año 2010 demuestran que toda cirugía depende de su propia...