Emociones del warble

A toda velocidad, desde su petulante escondite, el punk, al que todos confunden con mohicano, viene hacia mí a reclamarme, seguramente, lo que ya sabemos: que su tomahawk no emite sonidos. No quiero ser yo el que lo enfrente. No me atrevo a decirle que esa herramienta amerindia no es una guitarra Fender. Aquí está ya, con los brazos levantados, tocando majestuosamente su air-guitar y luego me señala. Tres centímetros separan mi nariz de su amenazante dedo índice. "Yo no gui-ta-ra", le digo y me apresuro a definir mi inocencia moviendo mis manos horizontalmente, cruzo y separo, cruzo y separo. Jsaks fjiuu aiiikkk gauto. Me da una bofetada y se va tranquilamente. Al caminar, sus sandalias Hang Ten, emiten un warble muy repugnante. Me siento sobre la piedra que mide un metro de altura y lo miro alejarse con un poco de ternura. El canalla saluda a todo el mundo como si no hubiera ocurrido nada. Los sapos, detrás de mí, caen muertos en el estanque.

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